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El día en que Juan José llegó a la foto o la foto llegó a Juan José
20 Enero, 2017
Durante los primeros 34 años de su vida, Juan José no tenía nada que ver con la fotografía. A esa edad estaba haciendo un entrenamiento de cirugía de corazón en Inglaterra; una aventura que, durante dos años, lo mantuvo, casi siempre, recorriendo los fríos pasillos de un hospital londinense.
¿Dónde estaba la naturaleza? Se sentía lejos de aquellas paredes. Los meses pasaban y cada vez añoraba más el verdor costarricense. “Me hacía falta el campo”, dice, cuando recuerda aquellos días.
Cuando llegó el momento de regresar al terruño, apareció también la necesidad de descubrir o redescubrir todos los rincones naturales posibles del país.
Junto con un grupo de amigos a quienes conoció en un gimnasio, se armaron un grupo de aventureros que empezaron sus recorridos por los parques menos visitados en esa época.
“Como cualquier otro chavalo, me llevé conmigo una camarita muy sencilla”, dice. Sin embargo, en ese grupo había una amiga fotógrafa, quien empezó a compartir las fotos de aquellos viajes y entonces Juan José se empatinó. Así le nació una pasión muy fuerte por ser llevar el registro de imágenes de los paseos –que ocurrían al menos 2 veces al mes–.
A veces no solo se iba con esos amigos, en otras oportunidades, se le abría un espacio en su agenda y se mandaba de ride, muchas ocasiones con sus hijos –Gianca y Sergio– incluidos.
Fue aprendiendo con la práctica y un par de libros que se compró, pero de repente, en el año 85, un paciente agradecido le regaló su primera cámara profesional: una Nikon F3.
Ahora sí, con este nivel cámara en mano, la fiebre alcanzó otro nivel. A finales de los años 90 JJ se dio cuenta de que, en las librerías, no había un solo libro de un fotógrafo tico. ¿Y eso?
Le llamó la atención, pero también se picó un poco.
En el 2000, en un viaje que hizo a Chirripó, él y su grupo se encontraron con un amanecer increíble, inédito, irrepetible. Las fotos de aquel momento y del resto de la aventura, sin lugar a dudas, daban para un libro entero. Al volver a San José, se decidió a hacer un libro. Ya era hora de compartir la visión de lo que apreciaba y capturaba con su cámara. Aquel fue el primer libro de lo que luego sería una seguidilla de libros familiares que todavía hoy va en aumento, saliendo de una editorial que porta su apellido.
A esta proeza le siguieron exposiciones, participaciones en concursos y algo que ocurrió sin estar planeado: el ejemplo para sus hijos, –como ya ustedes sabrán– fotógrafos también.
“Mi conexión es con la naturaleza fundamentalmente. Eso se nota en mis fotos. Me gusta la arquitectura y la gente también, pero la verdad es que la fotografía hasta ha sido una excusa para viajar. Ya hasta tengo lista la agenda de los rincones que voy a visitar en los próximos seis meses en función del clima, la luz, la cantidad de aves que van a estar ahí…”, cuenta entusiasmado.
Esa ilusión que se evidencia cuando habla de su pasión fotográfica es tangible también en los paisajes –cálidos, tropicales o fríos– que se han congelado frente a su lente. Lo mismo puede decirse de los pajarillos pequeños y aves exóticas cuyos vuelos se han detenido ante su cámara o los pétalos y hojas cuyo movimiento ha hecho una pausa para un retrato de Juan José.
Irónicamente esa quietud que ha logrado de escenarios y animales la ha logrado por su constante movimiento en rincones tan recónditos como únicos. Ahí estará él con su cámara.
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