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Pucci: Juntos Los Tres
24 Enero, 2017
La primera vez que los tres Pucci estuvieron juntos con sus respectivas cámaras, lo que tenían al frente era un amplio menú de árboles floreados, coloridos e impresionantes.
La cita ocurrió hace unos ocho años en Guanacaste, en pleno día soleado de floración masiva. Giancarlo vivía en la pampa en aquel momento y llamó a su papá y a su hermano para decirles que no podían quedarse sin ver aquello; semejante espectáculo visual era digno de fotografiar.
La luz era perfecta y se desbordaba el entusiasmo por capturar la escena. Quizá el más emocionado era Gianca, cuya mayor ilusión era retratar imágenes que, más adelante, sirvieran para enamorar a otras personas de los árboles. Su idea fue rápidamente convincente.
“De repente me di cuenta de que yo estaba aprendiendo a los 35 años a tomar fotos con dos de los mejores fotógrafos del país. Yo tenía una cámara más purete, pero así es como hay que empezar. Con ellos al lado, me sentí acompañado y apoyado”, recuerda.
Esta es apenas la memoria de la primera reunión entre los tres fotógrafos. Le han seguido muchas aventuras más en conjunto que, conforme se acumulan, solo hacen que quieran tener más momentos así, con los tres pares de ojos descubriendo escenarios nuevos.
Los Pucci aseguran que cada viaje para hacer fotos termina siendo un paseo familiar. No hay una línea que separe ambos mundos. La aventura de capturar escenarios en imágenes, es la misma que los une más como hermanos o como padre/hijos.
“Lo más importante de esos momentos es compartir entre nosotros la parte humana, las vivencias. No es tan a menudo que podemos hacerlo, así que son ocasiones especiales”, comenta Juan José, el papá que le heredó a sus dos hijos la curiosidad visual y el amor por la naturaleza y la aventura.
¿Cómo lo hacen?
Cuando se han puesto de acuerdo para viajar juntos con cámara en mano, de antemano eligen un propósito fotográfico. Puede ser, por ejemplo, los mamíferos silvestres de Sirena, en Corcovado, los pájaros en Palo Verde en época de aves, o la amenaza de la pluma de ceniza del Turrialba en plena erupción.
Antes de cada viaje se ponen de acuerdo con cuál equipo llevará cada quien. Se mentalizan en función de su destino, pero, a la vez, siempre dejan espacio para las sorpresas
“Se vuelve una compañía muy rica en el carro, con esas horas conversando, conectando en familia, no solo en los espacios para tomar fotos, sino también en los momentos de descanso y desconexión del resto del mundo, opina Gianca.
Ya en el lugar, de manera orgánica cada quien va sintiéndose atraído por ciertos detalles que capta la vista.
Al ser tres fotógrafos, las oportunidades de abrir y cerrar el obturador se multiplican, por lo que regresan a casa con material abundante. El valor agregado de ir juntos es tangible.
Sergio cuenta con detalle el proceso de trabajo en función de un libro: “Cuando estamos en el lugar, cada quien toma lo que le nazca, pero a la vez trabajamos muy en equipo, con nuestra propia dinámica. Hay fotos que son co-creadas, y luego, en el proceso de elección, los tres opinamos con honestidad. Elegimos las imágenes sin importar de quién sean, lo que importa es que sean las mejores fotos”.
Desde los ojos de Sergio, su hermano es el que se detiene por más tiempo a tomar fotos, como en Corcovado, cuando “quería quedarse horas de horas tomándole fotos a los árboles”, mientras él sentía que ya estaba listo.
“Algo básico en el ADN de los fotógrafos que van en grupo es tener paciencia. Rara vez hay que apurar al otro, cuando nos vamos a tomar fotos, nos vamos sin reloj”, dice Juan José.
Cuenta que hay varios viajes que están en su lista de pendientes. El que él tiene más presente, por ahora, es el de Sensoria, en las faldas de Rincón de la Vieja, donde saben, hay muchas cataratas en medio del bosque, algunas de ellas de un celeste intenso.
Ya tendrán oportunidad de ir los tres. Ganas no les faltan.
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